
En tus ojos vi la libertad,
luciérnagas sin patria
en busca de su propio cielo.
Vi en tus pasos la resistencia de la memoria,
encontré en tu silencio mi refugio
y tu última palabra se convirtió en mi verbo.
Pero aquí, el mundo se deshace,
en esta tierra solo quedan
huesos rotos,
tumbas abiertas,
noches eternas
y la indignación de los primeros hijos del suelo.
Dejamos de ser carne
para volver a ser barro,
la rabia de ser, sin ser apenas,
la urgencia del olvido.
En tus ojos vi la libertad,
la voz de los que nunca hablaron,
el verso hecho abrigo
para abrazar estas sombras
que nos consumen.
Tu libertad tenía dientes,
en cada mordida
se desnudaba el hambre
como un grito bajo la piel
como un dolor que no muere.
Caminamos con la fe descalza
sosteniendo, con las manos heridas,
el último aliento del páramo,
la piel marchita del campo,
para inventar el camino
de regresó a la raíz.
En tus ojos vi mi libertad,
-y la tuya-
la libertad que aún no sabemos nombrar
que espera, silente, ser vivida.