Celebrar la poesía es resistir

Cada 21 de marzo, se celebra el Día Mundial de la Poesía, una fecha que trasciende lo simbólico para convertirse en un recordatorio de la fuerza de la palabra en tiempos de ruido, prisa y crisis. Proclamado por la UNESCO en 1999, este día tiene como propósito revalorizarla como una forma de expresión que capta lo más íntimo del ser humano, su entorno y sus emociones, y que ha acompañado a la humanidad desde tiempos ancestrales.

La elección de esta fecha no es casual: coincide con el equinoccio de primavera en el hemisferio norte, símbolo de renovación, de renacer de la naturaleza y, por extensión, del espíritu humano. En muchas culturas, la poesía estuvo ligada al ciclo de la vida, a los rituales, a la transmisión de la historia oral. Desde los versos épicos de Homero, hasta los haikus japoneses, pasando por las décimas populares y la lírica contemporánea, la poesía ha sido puente entre generaciones, territorios y emociones.

Al instituir este día, la UNESCO buscó también dar voz a las lenguas amenazadas, visibilizar poetas locales, y fomentar el diálogo intercultural a través del lenguaje poético, un lenguaje que toca lo universal desde lo particular.

En la actualidad, donde predominan los discursos breves, inmediatos y a menudo vacíos de profundidad, la poesía se convierte en un acto de resistencia. Escribir y leer poesía implica detenerse, contemplar, cuestionar. Es un espacio de libertad creativa, donde la imaginación puede habitar sin las ataduras de la lógica estricta ni del mercado.

Además, la poesía tiene un enorme valor en la educación emocional y crítica de las personas. A través de ella se desarrollan habilidades lingüísticas, se estimula la creatividad y se fomenta la empatía. En contextos de conflicto o dolor social, se ha convertido en una herramienta de denuncia, memoria y esperanza.

En tiempos de crisis —social, política o ambiental— el verso tiene la capacidad de poner en palabras lo que muchos sienten pero no saben cómo expresar. De hecho, en los últimos años se ha visto un auge de la poesía en espacios digitales, como redes sociales o podcasts, donde nuevas generaciones encuentran formas frescas de conectar con este arte milenario.

Festivales, recitales y talleres de poesía se multiplican en diversas ciudades del mundo, mostrando que el poema sigue vivo, se reinventa, dialoga con la música, el teatro, la imagen, y llega a públicos diversos, más allá de las élites culturales.

¡Mantener la poesía viva es mantener viva la capacidad humana de soñar, sentir y transformar!

Artículo publicado para el Pizarrón Cultural – El Heraldo, Ambato.